Las grandes personas, que son las buenas, son ante todo pródigas, y no se preocupan mucho de sus expansiones. Hay que reír y llorar, amar, trabajar, gozar y sufrir; en fin, vibrar todo lo que se pueda y en todos los sentidos. ¿No consiste en esto lo verdaderamente humano?
Todo consiste en eso: cambios lúdicos; en vano buscamos algo detrás que nos dé mayor sosiego, una concepción planificada o un objetivo de mayor rango, porque detrás no hay nada.
Lo que hice el año pasado es una grosería. Ganar 57 partidos seguidos en polvo de ladrillo, y 85 partidos de los 87 jugados, con 16 torneos ganados sobre 31, es una barbaridad que no voy a volver a repetir en mi carrera. Ni creo que en mucho tiempo alguien lo pueda igualar
Lo difícil no es estar con los amigos cuando tienen razón, sino cuando se equivocan