Cuando leo, acomodo: no sólo acomodo el cristalino de mis ojos sino también el de mi intelecto, para captar el buen nivel de significación (el que me conviene a mí).
El camino estaba congelado. La aldea estaba en silencio, inmóvil bajo el cielo estrellado. Komako alzó los faldones de su kimono y los acomodó en el obi. La luna parecía cortada a cuchillo contra el hielo espectralmente azul.
... el miserable trae en su misma miseria una carta de recomendación de Dios para su semjantes.
La belleza es una carta de recomendación que nos gana de antemano los corazones.