Cuando se ama de verdad -decían nuestros antiguos trovadores-, se oiga lo que se oiga, se vea lo que se vea en contra de la amada, no se debe dar crédito ni a los oídos ni a los ojos; hay que escuchar únicamente al corazón.
No tengo nada en contra de que David Gilmour busque sus propias metas; es sólo la idea de que su carrera en solitario se enmascare como Pink Floyd lo que me ofende.