Se cuenta que muchas personas de la alta sociedad de entonces iban a veces a comprar ventura y felicidad por el cómodo precio de la práctica de algunas inmoralidades y supersticiones.
Cuando una muchacha no nos hace en seguida, desde la primera mirada, una impresión tan fuerte que sea capaz de hacer despertar en nosotros una imagen ideal de sí misma, no es, en general, digna de que nos tomemos el trabajo de buscarla en la realidad. Pero si despierta esa imagen, entonces nos sentimos, por grande que sea nuestra experiencia, como dominados, arrastrados por una fuerza desconocida.