El azote, hijo mío, se inventó para castigar afrentando al racional y para avivar la pereza del bruto que carece de razón; pero no para el niño decente y de vergüenza que sabe lo que le importa hacer y lo que nunca debe ejecutar, no amedrentado por el rigor del castigo, sino obligado por la persuasión de la doctrina y el convencimiento de su propio interés.
Personas supersticiosas tienen apego a las reliquias de santos y hombres devotos, por la misma razón por la que buscan símbolos e imágenes para avivar su devoción y darles una representación más íntima e intensa de las vidas ejemplares que desean imitar.