En la calle soy capaz de fumar más que nadie y lo que quieran: negros, habanos, cualquier cosa; pero en el gimnasio, al que fuma lo echo...
Al cumplir los setenta años me he impuesto la siguiente regla de vida: No fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto, y no fumar más de un solo tabaco a la vez.