Occidente grita: ¡Ven aquí, aquí estoy yo! ¡Mírame! ¡Escucha cuánto puedo sufrir y amar! ¡Cuán deprimido y feliz puedo ser! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! Y el Este no dice nada sobre sí mismo. Disuelto completamente en Dios, en la Naturaleza, en el Tiempo, recuperándose a sí mismo de nuevo en cada cosa. Capaz de descubrir todo en sí mismo.
Quisiera que mi última memoria fuese la de aquel amanecer en la playa y descubrir que todo este tiempo no ha sido más que una larga pesadilla
Si pudiera inventarse algo dije impulsivamente para embotellar los recuerdos, como los perfumes... Para que no se disipasen, para que nunca pudieran ponerse rancios... Cuando quisiéramos, podríamos destapar el frasco y sería como vivir de nuevo el momento guardado.
Hablar de lo que uno está escribiendo es como destapar un frasco de un perfume precioso: el aroma se evapora. Hay que mantenerlo cerrado y escribir, es lo mejor.
A mis alumnos les digo que tenemos la obligación de exponer nuestras intenciones. Ellas deben tener claro que no están delante de corderos u otras inofensivas criaturas.
Pero repitió Scarlett tercamente, como una niña que cree que exponer su deseo es conseguirlo, pero yo te quiero. Ésa es tu desgracia.
Te voy a revelar un secreto profesional: puedes exorcizar todos esos fantasmas semióticos con la peor programación. Si a mí me quita de encima a los fanáticos de los ovnis, a ti te puede liberar de esos futuroides modernistas. Inténtalo.
La ausencia de cualidades plásticas, bien percibidas por la crítica, había sido en efecto colmada por una representación objetiva de los objetos, claramente comprendida y entendida por toda la literatura hecha en torno a la pintura. Esta manera suelta de representar los objetos me parecía revelar un estilo universal, en el que las manías y las pequeñas preferencias de un individuo no importan ya.
No creo que los compositores de rock and roll tengan que preocuparse por el arte. No creo que tenga nada que ver. Un montón de esto es apenas casualidad, improvisación, especialmente si llevas mucho tiempo en el ambiente...En lo que mí concierne, Art. es sólo del diminutivo de Arthur.
Lo que aprendí observando estas cinchadas es que el equipo que sólo intenta ganar generalmente no lo consigue, mientras que el que interviene para disfrutar del juego sin preocuparse mucho en ganar o perder frecuentemente emerge victorioso. Esta observación es tan válida para un combate de karate como para una cinchada.
Conviene siempre esforzarse más en ser interesante que exacto; porque el espectador lo perdona todo menos el sopor.
Lo enormemente doloroso del trabajo manual es que se está obligado a esforzarse durante largas horas simplemente para existir. El esclavo es aquél al que no se le propone bien alguno cómo objeto de sus fatigas, sino la mera existencia.
Es lo que sé de la crueldad de la paciencia. No hay paciencia más terrible que la paciencia de las trastornadas. He visto a dementes afanarse en tareas interminables: trasvasar arena de una taza perforada a otra, contar las puntadas de un vestido raído o las motas en un rayo de sol, rellenar con las sumas resultantes libros invisibles de contabilidad.
¿Vale la pena afanarse durante veinte años para llegar a la duda, que crece por sí misma en todas las cabezas inteligentes?
Todo filósofo de profesión está obligado a creer, sin serio examen, en la realidad de algún objeto al que puedan aplicarse los métodos intelectualistas. En efecto, la existencia espiritual del filósofo depende toda de esa posibilidad.
Así como la fuerza de un individuo no puede legítimamente atentar contra la persona, la libertad o la propiedad de otro individuo, por la misma razón la fuerza común no puede aplicarse legítimamente para destruir la persona, la libertad o la propiedad de individuos o de clases.
Para cantar primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y algunos conocimientos de música. No es necesario tener un acordeón, ni una guitarra. Lo esencial es querer cantar. Así, pues, esto es una canción. Estoy cantando.
Yo prefiero cantar a la tierra fértil y fragante. No creo que nunca la áspera voz de los motores valdrá la más tímida canción del trovador, ni el pacífico refrán de fuentes cristalinas, ni el sonido de la siega cuando abate los meses.
Pero era en exceso prudente para revelar el motivo de sus recelos. Consideró que desenmascarar al impostor no sería cosa fácil, dado que la gente estaba tan predispuesta en su favor. Y como tenía muy pocos amigos, le parecía peligroso hacerse un enemigo tan poderoso.
Las épocas de mayor esplendor de nuestra vida son aquellas en las cuales reunimos el valor suficiente para declarar que lo malo que hay en nosotros es lo mejor de nosotros mismos.
Para declarar como virtuoso a un sentimiento, a un acto cualquiera, no basta reconocer en él alguna señal de sacrificio, de austeridad o de bondad; es preciso mirar ante todo si, por ventura, no es opuesto a los deberes de la justicia y de la caridad universal.