Incluso a los 55 años sigues creyendo que hay un cordón que te une para siempre con tu juventud. Pero un buen día descubres que es sólo un hilo y que puede romperse en cualquier momento.
Las verdades de los hombres tienen que ser como piedras y los cargos que ejercen, como cántaros: pase lo que pase debe romperse el cántaro.