Vivir es asombrarse de estar en el mundo, sentirse extraño, llenarse de angustia ante la contingencia de dejar de ser, comprender la constante probabilidad de extraviarse, la necesidad de hacer amigos entre nuestros con seres, la contingencia de que sean enemigos, y estar alerta a lo genuino y a lo espurreo, a la verdad y al error.
Más allá de la conjunción constante de objetos similares y la consecuente inferencia del uno a partir del otro, no tenemos noción alguna de necesidad o conexión.
Estoy seguro de que incluso en la cámara de gas, cuando el fluido letal los estuviera ahogando y convirtiendo en terror la esperanza de sus corazones, el viejo doctor les susurraría en un último esfuerzo que todo estaba bien y que todo iba a salir bien, para ahorrar a sus pupilos, al menos, el miedo ante el paso de la vida a la muerte.
En 1998, en un viaje a Australia desde Japón, Liam protagonizó un tortuoso incidente con las auxiliares de vuelo (aparentemente debido a unas galletas) que provocó la decisión de dar media vuelta y regresar a Japón. La compañía aérea, Cathay Pacific, baneó a Liam Gallagher de por vida. Su respuesta (dirigiéndose a cámara y señalándola): ¿Sabéis qué, nenes? prefiero ir caminando.
Ese veintitrés de diciembre un cajón de whisky escocés se cayó mientras lo descargaban, como suele ocurrir con un cajón de whisky escocés que se descarga un veintitrés de diciembre en el muelle cuarenta y uno.
...De este yo depende la conciencia; él gobernará los accesos a la motilidad, vale decir: a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior.