Quien tiene una pasión dominante, odia en función de ella al género humano, porque todos le parecen, con relación a su pasión, rivales o, al menos, resistencias.
La cámara, ya sea por sus propios movimientos o por los de los planos sucesivos, puede permitirse no perder nunca de vista, encuadrar siempre, el elemento emotivo. Puede siempre enfocar en función de la mayor intensidad.