Las honestas palabras dan indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe.
La honestidad de la medicina me llena de dolor.
Sin consideración, sin piedad, sin recato grandes y altas murallas en torno mío construyeron. Y ahora estoy aquí y me desespero. Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino; porque afuera muchas cosas tenia yo que hacer.
Se supone que soy el soldado que nunca pierde la compostura aunque soporte todo el peso del mundo en mis hombros.
Obviamente, la compostura de un programa, la da la voz que sale al aire: de un locutor, animador, comentarista, periodista, etc. Esta voz no necesariamente tiene que destacarse por ser microfónica, sino por ser lo suficientemente clara, con buena tonalidad, animada y con buen ritmo
Tu pie, decoro del marfil más puro.
No soy un político de profesión. Nadie debe serlo, ya que nadie debe hacer prebenda y granjería del noble ejercicio del mandato parlamentario; pero sí soy -y con orgullo lo reconozco- político vocacional. Amo la política porque ella constituye un nobilísimo apostolado que le permite, a quien lo ejerce con decoro y patriotismo, servir a su pueblo y a su patria
Confío que el destino será de la democracia: no puede haber otro destino que no sea el destino de la libertad para todos los argentinos. El país no retrocede ni podrá retroceder. Todos debemos estar dispuestos a marchar hacia el progreso, pero en el ámbito de la dignidad humana, del decoro,de la civilización y de la justicia.
Un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo.
Para lograr una sociedad justa se deben crear incentivos, en donde la honestidad y el hacer mejor las cosas, maximice la utilidad individual y colectiva.
A veces, ni en la soledad logramos hablarnos con honestidad
La caballerosidad en amores es un ayuno siempre expuesto a quebrantarse
Es muy veleidosa la probidad de los hombres; sólo el freno de la Constitución puede afirmarla. Mientras ella (no exista), es preciso adoptar las medidas que equivalgan a garantía preciosa que ella ofrece.
Un hombre de nobles sentimientos y probidad de actos, es aquel que exige para él lo que impone a los demás, pero nunca exige lo que él otorga.
Reinaba entonces en el ejército español un pundonor llevado hasta la más excesiva delicadeza y mi padre exageraba aún este exceso, cosa de que no puedo culparlo, pues el honor es, ciertamente, el alma y la vida de un militar.
No votaba, apenas pagaba algunos impuestos; no podía engreírme ni de los derechos del contribuyente, ni de los del elector, ni siquiera del humilde derecho a la honorabilidad que veinte años de obediencia confieren al empleado. Mi existencia comenzaba a asombrarme seriamente. ¿No sería todo una simple apariencia?
La gran paradoja de la era de la información es que ha concedido nueva respetabilidad a la opinión desinformada. Jhon Lawton, 68 años, reportero veterano, dirigiéndose a la Asociación Americana de Periodistas de Radio.
Tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro.