Todos los impedimentos cedieron ante la fuerza de su temperamento, cálido, sanguíneo y voluptuoso en extremo. Sus otras pasiones aún dormían, pero sólo necesitaban que se las despertara para exhibirse con violencia tan grande como irresistible.
Cuando amamos, el amor es demasiado grande para caber entero en nosotros; irradia hacia la persona amada, encuentra en ella una superficie que lo detiene, lo obliga a regresar hacia su punto de partida y este rebote de nuestro propio cariño es lo que llamamos los sentimientos del otro y que nos fascina mas que en el viaje de ida, porque no reconocemos que procede de nosotros.