Pero hasta tanto que llegue ese momento amenazador nuestro héroe no desea nada, porque está por encima del deseo, porque está saciado, porque es artista de su propia vida y se forja cada hora según su propia voluntad.
No hay nada que sea más amenazador que la felicidad, y cada beso que damos puede despertar un enemigo.
La civilización tecnicista necesita de una ética de futuro: frente a las amenazas de destrucción de la vida, hay que reformular nada menos que un nuevo imperativo categórico: no comprometer las condiciones para la supervivencia indefinida de la humanidad en la tierra
La poesía es una ética. Por ética me refiero a un código secreto de comportamiento, una disciplina construida y realizada de acuerdo a las capacidades de un hombre que rechaza las falsificaciones del imperativo categórico.