Se ve a algunas personas equivocarse en la admiración hasta el grado de alabar en una obra la materia de la que ella pretende ser el antídoto.
Es tan difícil equivocarse consigo mismo como tener razón con los demás
A este rey que tenemos, don Juan Carlos, le crearon una leyenda inversa de tonto, de poco interesante, de que no tenía nada que decir, de que no se le ocurrían cosas, de que no valía la pena. Y una vez que consiguieron (Felipe González y sus gobiernos) convencernos de que el Rey no tenía nada que decir, se pusieron a grabar, a escuchar al Rey para no perderse palabra de lo que dice.
Resulta que la vida no era solo empujar, ni un juego de dudosos espejismos. No había que perderse dando vueltas en una puerta giratoria, ni desconfiar de todos los reflejos, ni creer cualquier cosa sólo porque la imagen parecía verdadera. Había que encontrar el punto justo donde azar y destino son lo mismo, el exacto momento en que la puerta giratoria te ofrece una salida.
La ciencia ficción no es más que la búsqueda de respuesta a las preguntas perennes: ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo? A pesar de su nombre, es la menos precisa de todas las literaturas. Su destino es errar de una pregunta a otra y a veces, dar con la respuesta. Para acercarse a ella se requiere la certeza de que un poema oscuro dice mucho más que un discurso claro.
¿Qué importa errar lo menos quien ha acertado lo más?
Quien piensa con grandeza se ha de equivocar con grandeza
El ejército debe fundirse con el pueblo, de suerte que éste vea en él su propio ejército. Un ejército así será invencible.
La colaboración intelectual entre dos individuos puede producir una fusión entre ambas esferas de conciencia de un grado tan increíble que lleguen incluso a fundirse dando una unidad empírica