El Rey sirvió de apaciguador de fieras irredentistas en la época de la transición, cuando durante varios años la pelota democrática estuvo en el alero. Después ha sabido colaborar a difundir una imagen positiva y razonablemente glamurosa de España por el mundo
El mundo moderno no se presta a la admiración acrítica. Se supone que sus ídolos tienen pies de barro y se puede estar razonablemente seguro de que la prensa y las televisiones informan de sus dimensiones exactas