La vida es la farsa que todos debemos representar.
En nuestra opinión, poner en un pedestal de Lenin como un guía de todos los trabajadores del mundo no es nada más y nada menos que una malvada y criminal farsa cometida respecto a la humanidad engañada y oprimida, todavía cegada lo suficiente como para adjuntar a esta broma un valor definido y específico.
Casi siempre la burla arguye pobreza de espíritu.
Las chicas sin belleza son desgraciadas porque pierden cualquier posibilidad de que las amen. A decir verdad, nadie se burla de ellas ni las trata con crueldad; pero parecen transparentes y nadie las mira al pasar. Todo el mundo se siente molesto en su presencia y prefiere ignorarlas.
Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase.
En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.
Un principio que debería ser la base fundamental de las auténticas democracias: el que no trabaja no come, que es opuesto a la simulación de la democracia en donde el que menos trabaja es el que más come.
Existe una simulación de la inteligencia, como hay una simulación de la virtud.
Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma.
Cuando el amor ha sido una comedia, forzosamente el matrimonio tiene que derivar en drama