La bomba atómica es fundamental. No para jugar a nada, sino para ser respetados. Es lo que en geopolítica se llama disuasión estratégica. Esto quiere decir, déjennos en paz. Cuando se tiene la bomba atómica se sienta para conversar en igualdad de condiciones. Lo mismo pasa con las Fuerzas Armadas. Si soy elegido, triplicaré su efectivo. Ellas son el brazo armaddo del pueblo.
Estuve recientemente en un tour de Latinoamérica, y lo único que lamenté es no haber estudiado latín en la escuela con más dedicación, para poder conversar con esa gente.
Todo su empeño se concentraba ahora en camuflar su conflicto interior. Debía representar el papel de la anfitriona atenta; departir con todos los presentes; brillar como llama de alegría y gracia.
Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía que dio a cascar al diente de la sabiduría.
La fe es un hecho en los que la poseen. Y les resulta inútil disertar sobre ella a aquellos que no la tienen.
En la concepción relativista, dialogar significa colocar la propia fe al mismo nivel que las conviciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás.
Con el terrorismo no hay que dialogar más que sobre la entrega de las armas, el final de la violencia, a medio plazo, quizá de aliviar las condenas, etcétera.