Me voy a divertir mucho hasta en el velorio
Me encanta que haya agasajo cuando esté viva. Cuando esté muerta, que me dejen en paz
La calle lo aviva a uno. Nadie es malo de chico, pero no se la puedo vender cambiada diciéndole que era un santo, que hacía bien los deberes, que no fumaba a escondidas bajo el puente y que iba a misa los domingos. Todos me lo cantaban en el barrio: vas a ser boxeador, y a fuerza de repetírmelo, me lo creí
En el altar de tu reja digo una misa de amor, tú eres la virgen divina y el sacerdote soy yo.
Y si canto de este modo por encontrarlo oportuno, no es para mal de ninguno sino para bien de todos.
México tiene un lugar para los extranjeros, tiene un canto extraño. Decir México es decir dulce, dulce México. La palabra México, No Argentina, no Brasil, no. Es México la palabra divina, la palabra mágica, la palabra sabia. Es su sonido y es el color que aparece en el cerebro cuando la decimos; es su aroma. México
Es el cínico el que bajo la pretensión de decir la verdad en todas partes y en todos los tiempos y a todo hombre de igual manera, el que hace gala de la verdad como de una imagen muerta, de un ídolo. Dándose la aureola de fanático de la verdad, que no puede tener consideración de la debilidad humana, destruye la verdad viva entre los hombres.
Un caudillo desinteresado, es una gala de los hombres y huésped eterno de la patria.
En romería de bizkaínos rara vez ocurren riñas, y si acaso se inicia alguna reyerta, oiréis sanar una media docena de puñetazos y todo ha concluido; asistid a una romería española y sino veis brillar la traidora navaja y enrojecerse en el suelo, seguros podéis estar de que aquél día el sol ha salido por el Oeste.
Si el líder dice de tal evento esto no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas.
La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado?.
Hoy comencé a componer de nuevo, por primera vez en varios años. Para el cumpleaños de Robert quiero escribir variaciones sobre un tema de sus Bunte Blätter. Sin embargo, es muy difícil para mí porque he estado alejada de la composición por demasiado tiempo.
Fui, en la infancia, terriblemente feliz (...) Nunca me gustaron las muñecas. Para mis cumpleaños me hacía regalar arcos, flechas, hachas, rifles, cañones, soldados de plomo y esa magnífica carpa de indios que era mi gran orgullo.