Ser bueno con otras personas es de hecho uno de los principios fundamentales de la cristiandad (en contraste con aquellos cuyos principios están más en el estilo de 'mata a todo aquél que no huela mal y no responda por el nombre de Mahoma').
La cristiandad tiene que hacerse de nuevo viva y eficaz, y formarse otra vez una Iglesia visible sin respetar las fronteras nacionales, que acoja en su seno a todas las almas sedientas de lo supraterrenal y se haga gustosa mediadora entre el viejo y el nuevo mundo