Pero, ¿cómo no amarla señor, si tú hiciste que fuera turbadora y fragante como la primavera?
Y si fuera pintor, ¡con qué cuidado, con mi pincel, por el amor guiado, diluiría en la cándida vitela de un abanico tu sutil figura, entre el rosa fragante y la frescura de un florido paisaje de acuarela!