Los que se enzarzan en una competencia de agresividad pierden su razón y, lo que es más evidente, su fuerza. El que está seguro de algo no tiene que levantar la voz ni exaltarse.
La posibilidad de manipular las opiniones y sentimientos de las masas, descubierta en un principio por lo publicitarios, está siendo explotada ahora con mayor agresividad por una nueva generación de Maquiavelos.
Estamos destruyéndonos a nosotros mismos con eficacia por la violencia disfrazada de amor.
Para mí, la violencia es una consecuencia de la competencia, y la competencia es una consecuencia de la rivalidad y la comparación; y la rivalidad y la comparación son una consecuencia de una cultura de consumo en la que se nos educa para compararnos todo el tiempo con otros