Los hombres no saben tratar a las mujeres. Son egoístas; cuando saben que son amados, nos olvidan; no se dan cuenta de que la mujer necesita más caricias del alma que del cuerpo.
Entrego mi alma a la misericordia de Dios, a través de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y exhorto a mis queridos hijos a tratar humildemente de conducirse por las enseñanzas del Nuevo Testamento.