Sólo el desarrollo armónico y congruente de un grupo humano constituye un progreso cierto. Porque cuando el desarrollo obedece a una importación imprevista, súbita y transitoria, su nombre es otro. Es colonización
Y en la dulcísima calma, de tu armónico embeleso, sentirás el tierno beso...De quien por vida te ama.
Por las venas de Cuba no corre sangre, sino fuego: melodioso fuego que derrite texturas y obstáculos, que impide la mesura y, muchas veces, la reflexión. Pero así somos, y ése es nuestro mayor encanto y defecto: estamos hechos de música.
Todo el mundo estaba muy sorprendido cuando me empezaron a gustar nuevas cosas y empezé a cambiar mi imagen. Tenía 16 años cuando firmé el contrato y tengo 22 años ahora. Mi gusto musical y la imagen van a cambiar de forma natural. No estoy obligada, hago lo que es natural para mí. A veces me gusta ser oscura... otras veces me gusta ser muy brilllante como dama
El periodismo musical consiste en gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer
Existen tantas noches como días, y cada una dura lo mismo que el día que viene después. Hasta la vida más feliz no se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra -feliz- perdería todo sentido si no estuviese equilibrado por la tristeza
El individuo bien equilibrado está loco.
Observa la moderación: lo proporcionado es lo mejor en todas las cosas
Sí, al sepulcro... Es lo que me han proporcionado mis conciudadanos... pero los perdono
Y en la dulcísima calma, de tu armónico embeleso, sentirás el tierno beso...De quien por vida te ama.
Sólo el desarrollo armónico y congruente de un grupo humano constituye un progreso cierto. Porque cuando el desarrollo obedece a una importación imprevista, súbita y transitoria, su nombre es otro. Es colonización
El oído afinado dirige la vela sensitiva...El sonido sordo y cauteloso del fruto...En el corazón del siglo soy un ser confuso...
Hay gente en ocasiones que deseas que fuera un libro, para así poder cerrarla con un sonoro y seco golpe de la mano, sin marcar la página, y devolverla luego para siempre al lugar en que por derecho corresponde: los mustios anaqueles de una rancia biblioteca.
¿De dónde vienes de mirar tus ojos padre? ¿Algún cajón, cazar de los palomos? ¿Algún bruñir del día en que alumbraste, desde el centro más sonoro de tu sangre la mía propia padre?
Otoño manso, yo me poseo y me inclino ante tus aguas para beber el cielo, suave fuga de árboles y abismos.
No se escapa este bien cuando deseo, por sentir un consuelo, contemplarlo, pues mi placer secunda, y mi recreo de tan suave manera, que expresarlo no podría, ni podría experimentarlo ningún mortal jamás.