Los conductores son solamente hombres, con todas las miserias, aun cuando con todas las virtudes de los demás hombres. Cuando un conductor cree que ha llegado a ser un enviado de Dios, comienza a perderse. Abusa de su autoridad y de su poder; no respeta a los hombres y desprecia al pueblo. Allí comienza a firmar su sentencia de muerte.
El cartero quiere un autógrafo. El conductor del taxi quiere una foto. La camarera quiere un apretón de manos. Todo el mundo quiere un pedazo de ti.
En combate cercano, la victoria es del que tiene una bala más en el cargador
El gobierno es como un bebé. Un canal alimenticio con gran apetito en un extremo y ningún sentido de la responsabilidad en el otro