La armonía total de este mundo está formada por una natural aglomeración de discordancias.
La única forma de combatir la congestión es disminuir la carga.
Seguramente el hacinamiento de masas de seres humanos en las modernas megalópolis tiene gran parte de la culpa de que ya no somos capaces de distinguir el rostro del prójimo en medio de una fantasmagoría de caras eternamente cambiantes que se superponen y se difuminan.
Así, en algunos días imaginativos, mi cerebro es como los cristales de un ventanal, por los cuales viera bellezas fantásticas, formas maravillosas y los más ricos colores. Otros días, veo sólo a través de unos cristales empañados y grises, y todo es un hacinamiento de inmundicia, llamado Vida.