El que llega primero al campo de batalla espera la llegada del enemigo fresco para combatir. Quien llega tarde al campo de batalla tiene que apresurarse y arriba exhausto al combata.
Así, soltamos el timón al que tan largo tiempo nos habíamos aferrado y la barca frágil en la que flotábamos pareció, una vez libre de todo gobierno, apresurarse y encarar la proa hacia el oscuro abismo de las olas.